Comunicación cultura y migración - page 44

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Juan Miguel Aguado Terrón
condición anímica de una información) como para el camarero hawaiano de un
resort
en Cancún o para el actor de un spot publicitario.
Las condiciones técnicas suponen, sin duda, una inestimable ayuda en este
proceso. Aunque la naturaleza moderna de los géneros cinematográficos man­
tiene aún una distancia, una 'expulsión del espectador' fuera del mundo de la
pantalla que obedece a su condición narrativa [la articulación de las imágenes
en campos y contracampos homogéneos (7), como ha señalado González
Requena (1 995: 89-90) constituye un exponente gramatical de ese distancia­
miento que había caracterizado al arte], la oscuridad y el sonido envolvente de
la sala de cine contribuyen a resignificar el contexto experiencia! del espectador,
introduciéndolo en el universo sensorial de la narración. La evolución de las con­
diciones técnicas en el tratamiento de la imagen y de su exposición ha contri­
buido a una espectacularización del relato cinematográfico como
evento:
«Si en último término la dimensión espectacular se ha considerado siempre
subordinada y en cierto sentido sujeta al control de una lógica narrativa repre­
siva, ha sido precisamente porque el espectáculo constituye, en muchos aspec­
tos, la antítesis de la narración. Efectivamente, el espectáculo congela el movi­
miento motivado. En su estado más puro, existe por sí mismo, consistiendo en
imágenes cuyo impulso principal radica en deslumbrar y estimular a la vista (y,
por extensión, al resto de los sentidos). Vacío de contenido, despojado del peso
de la progresión ficcional, la astucia del espectáculo consiste en que empieza y
acaba con su propio artificio; en cuanto tal, el espectáculo
exhibe
y
se exhibe.
[ . . . ] Lo que define al espectáculo es su foco dual sobre las sensaciones y sobre el
artificio. El carácter de experiencia que posee el espectáculo tiende a desplazar, a
degradar (o quizá a diferir) el interés por la creación del significado en el sentido
tradicional, sustituyéndolo por la inmediatez de la admiración ante lo que se mues­
tra y, frecuentemente, ante cómo tal cosa ha sido posible» (Oarley, 2002: 1 67).
Paralelamente, el desarrollo de productos comunicativos o culturales glo­
bales inserta el relato cinematográfico en toda una red de simulación que intro­
duce la representación técnica del mundo en la vida cotidiana del individuo tar­
domoderno y la instituye en condición de realidad. Al relato cinematográfico se
le añaden así la pasión de su banda sonora que nos acompaña en el trabajo o
en el coche como acompaña al protagonista en su escena de triunfo; el vérti-
7. La articulación obedece al principio de expulsión del espectador del universo narrativo de la obra como con­
dición interpretativa de la misma. Genéricamente, en el relato cinematográfico, el principio de exclusión se
cumple mediante la ausencia de miradas de los personajes a cámara [en el sentido de la equivalencia 'mira­
da a cámara' como 'mirada al espectador']. La excepción a esta norma se observa en dos casos caracterís­
ticos: la cámara subjetiva (donde quien mira no es el espectador, sino el sujeto del relato) y la mirada a cáma­
ra como 'mirada a otro sujeto dentro del universo narrativo' [donde quien mira es el actor interlocutor del suje­
to narrativo que mira a cámara).
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