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Juan Miguel Aguado Terrón
gan de un spot publicitario reciente:
«Algún día vivirás todo esto
-reza la voz en
off después de mostrar en imágenes sincopadas un conjunto de experiencias aso
ciadas al producto-,
pero nunca será tan auténtico como ahora».
En la medida en que la cultura mediática configura un espacio perceptivo
e interacciona! cerrado, autorreferente y excluyente, su actividad trasciende la
mediación de la experiencia individual y colectiva para suplantarla:
«El simulacro es la duplicación formal de esta experiencia como producto aca
bado, por tanto, como algo que podemos asumir o reflejar, pero nunca se nos
descubre como una experiencia subjetiva. [ ...) El simulacro es la representa
ción técnicamente cumplida como lo real» (lbid.:BB/93].
Las reflexiones que apuntan hacia la vinculación entre media y simulacro
hacen hincapié tanto en la naturaleza técnica como en su estructura simbólica:
la ya mencionada disolución del tiempo en la redundancia o en el 'tiempo real'
del instante como correlato de la presencia; la disolución del espacio de identi
ficación en los cortes, la serialización y la recontextualización superpuesta de
los sentidos y de sus condiciones de enunciación/interpretación; la estandari
zación de los relatos y las descripciones como requisito de accesibilidad inter
pretativa; la banalización o, por el contrario, la magnificación como recursos
espectaculares; la fusión entre realidad y ficción (o, para ser más preciso, entre
la representación de la realidad y la representación de la representación de la
realidad) y, en definitiva, la concatenación fragmentaria de las voces, las imá
genes y los relatos conforme a los patrones técnicos y semánticos del medio,
constituyen sólo algunos de los lugares comunes sobre los que la producción
mediática ocupa su lugar en la vida cotidiana del individuo contemporáneo.
«... todo ello señala en dirección a una devaluación de la realidad, a un distancia
miento ascético, a un principio de renuncia a la inmediatez táctil, al contacto per
sonal, a la percepción inmediata, a la interacción erótica individualizada, a la rela
ción intuitiva con el entorno físico. [...) Es el resultado de su doble condición de dis
tancia y proximidad con respecto al objeto, de mediación técnica y manipulativa,
por una parte, y de cercanía mimética o poder mágico, por otra. Y es asimismo
la imposibilidad por parte del espectador [ ...] o del agente de la comunicación elec
trónica de conferir un sentido al mundo que le rodea. Es la condición electrónica
de la destrucción de la experiencia. Los paisajes televisivos de las guerras tardo
modernas, sus signos entrecruzados de violencia sádica e indiferencia moral, no
son más que el exponente extremo de esta constelación» (Subirats, 1 997: 1 39].
Pero el desarrollo de los media como dispositivos de producción de simu
lacros en el marco del proyecto formalizador de la modernidad tendente a una
segunda naturaleza como 'producto total' y a la subsecuente codificación de la