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Juan Miguel Aguado Terrón
sociedades modernas constituye un síntoma del racionalismo/idealismo instru
mental en que desemboca lo que en otros textos hemos denominado
episte
mologías de la producción
(Gutiérrez y Aguado, 2001). Vivimos, pues, en pala
bras de Beck (1998), en la
sociedad del riesgo:
la cuestión clave no es ya la dis
tribución de la riqueza, sino la distribución del riesgo.
Las sociedades contemporáneas se caracterizan por la ubicuidad del cam
bio acelerado, la ambigüedad directamente asociada a la incertidumbre, así
como la movilidad de las estructuras de significado que utilizamos para com
prender el mundo en que vivimos. En semejantes circunstancias, toda inter
vención engendra un excedente de riesgo inseparable de la constitución del indi
viduo como eje de la vida social. El individuo como instancia social es el centro
de gravedad de la idea de riesgo. El refinamiento tecnológico y la interrelación
a escala global hacen, además, posible la circulación del riesgo en cadenas cau
sales o rutas sobre las que la previsión o la intervención demandan nuevos
recursos (5). Se observa, en consecuencia, una creciente tendencia hacia la
especialización en la prevención, identificación y evaluación de riesgos por parte
de los sujetos sociales institucionales, lo cual, en última instancia, demanda
ulteriores esfuerzos codificadores. La dinámica se dibuja, pues, de forma auto
lógica : la codificación de las fuentes de incertidumbre como estrategia de ges
tión del riesgo genera nuevas esferas de incertidumbre que demandan su ulte
rior codificación, etc. . .
No extraña, en consecuencia, que, desde la sociología sistémica, Luhmann
(1996) plantee la
absorción de incertidumbre
como una de las funciones básicas
de los sistemas sociales modernos. Ni extraña, además, que en los estudios
sobre el riesgo sean pioneras la teoría económica y las teorías de la decisión. El
hecho de que lo económico se haya constituido en referencia dominante de los
fenómenos sociales no se debe sólo a la importancia organizativa de la estructu
ra de la producción y la distribución de la riqueza en nuestras sociedades. La
orientación al futuro como ámbito indefinido de posibilidades contrafácticas es
característica de la economía. Desde el origen mismo de la
res economica
moder
na, el futuro es el territorio de la probabilidad y, a falta de una herramienta más
fiel al determinismo mecanicista en que emerge la visión económica del mundo,
la probabilidad toma el lugar de la frecuencia. «La sociedad moderna representa
el futuro como riesgo» (lbid. : 1 60). La idea de riesgo, además, resulta particular
mente compatible con el
ethos
del juego o de la apuesta que demanda la pro
ducción mediática del espacio social en su dinámica espectacularizadora.
5. «Todo cuanto ocurre no depende nunca de un único suceso. Siempre refiere a una concatenación de cir
cunstancias. Ese es el motivo por el que ta inseguridad se multiplica con la pretendida exactitud de los anál�
sis. En el horizonte del pasado al menos se sabe to que ha ocurrido aunque las relaciones causales sean difu
sas. En el horizonte del futuro se carece precisamente de esa certeza, la cual, desde el punto de vista prác
tico de ta vida, hace inútil el análisis causal» Luhmann, 1 996: 1 63.