El Consumo del Otro: Experiencia. mediación tecnológica y cultura
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En las condiciones características de la modernidad, la regularidad ontoló
gica que se demanda a los sujetos sociales en el plano de la cotidianeidad
«supone la exclusión institucional de la vida social de problemas existenciales
fundamentales que plantean a los seres humanos dilemas morales de la máxi
ma importancia» (Giddens , 1 995: 1 99). Entre los ámbitos de este
secuestro de
la experiencia
Giddens destaca la locura, la criminalidad , la sexualidad, la natu
raleza , la enfermedad y la muerte. Lo que en términos epistemológicos se plan
teó como la relegación de los criterios éticos y estéticos a la expansión del cono
cimiento técnico coherente con los presupuestos de la razón instrumental ha
terminado constituyendo una red de procesos institucionales de ocultamiento y
codificación de la experiencia que, si bien contribuyen al incremento del nivel de
seguridad sobre el que sustentar las redes de confianza (normalidad) que sos
tienen las relaciones de poder, pospone aspectos cruciales de la constitución
de la identidad individual.
Lo que Giddens propone como secuestro de la experiencia no es sino la
expresión institucional del proceso de codificación del sujeto que constituye el
proyecto por antonomasia de la cultura occidental. Foucault (1 990) había ya
apuntado a la prisión , el manicomio o el hospital como dispositivos que permi
tían no sólo confiscar al individuo moderno la experiencia traumática del dolor,
la enfermedad , el crimen o la locura, sino como aspectos integrados de una
producción social funcionalmente orientada del sujeto. También Simmel (2001 )
había apuntado en idéntico sentido a la ciudad moderna como dispositivo de
confiscación de la experiencia de la naturaleza. Con todo, para que ese proce
so institucionalizador [que tanto Foucault como Simmel simbolizan en la arqui
tectura) tenga lugar, es necesaria una previa codificación de la experiencia
como condición de posibilidad del simulacro. La experiencia de la naturaleza es
así, por ejemplo, codificada en el espacio urbano en los parques y jardines , o
en las plantas, cuadros y pósters de los habitáculos individuales; o la experien
cia de la muerte, la enfermedad y el dolor es codificada en los procedimientos
sanitarios y administrativos tanto como en los relatos de los media.
El secuestro de la experiencia que Giddens apunta en su dimensión insti
tucional alcanza , pues, mucho más allá de ámbitos particularmente definidos de
la experiencia individual: constituye el espíritu de un proyecto con ambición tota
lizadora. Un proyecto al que Baudrillard (1 998), Ritzer (2000) o Subirats ( 1 988)
atribuyen con matices diferentes el nombre de simulacro. En definitiva , el con
cepto de simulacro se anticipa como la huella de un proceso que, antes que
confiscación , resulta codificación y sustitución de la experiencia. El papel cen
tral que juega la tecnología en ese proceso se ha puesto de manifiesto a través
de los medios de comunicación (entendidos en el sentido laxo de instancias de
producción de la cultura de masas) como dispositivos de mediación tecnológica
de la experiencia.