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Juan Miguel Aguado Terrón
cación estética). El medio produce un mundo de la vida social característico y,
por ello, reconstruye los sujetos y los objetos que participan en él, exportándo
los más allá de sus fronteras operacionales. El concepto observacional que per
mite aproximarnos al medio como forma de vida en expansión, no es, pues, tanto
la información o el conocimiento [que, a la postre, reconocen al sujeto de las
otras formas de vida como sujeto competente en la actividad del medio), sino la
experiencia. La experiencia, como trataremos de argumentar, constituye el ope
rador por el que el medio es capaz de exportar las subjetividades construidas en
su contexto simbólico y, en este sentido, es preciso ampliar el concepto de medio
más allá de los criterios informacionales o cognitivos (que tradicionalmente se
circunscriben a la prensa, la radio y la televisión como dispositivos tecnológi
co-simbólicos de información sobre el mundo) y entender esencialmente como
medios de comunicación todos aquellos dispositivos de producción de la cultura
industrializada, en coherencia con la perspectiva de las teorías críticas.
En este sentido, en las páginas siguientes se pretende esbozar un escueto
recorrido por las condiciones epistemológicas del medio como forma de vida
social articulada sobre la incorporación de la experiencia al sistema económico.
Trataremos de argumentar cómo esa incorporación obedece en esencia al pro
yecto formalizador de la modernidad,
cuyos supuestos epistemológicos
-como
había anticipado Benjamín- son transferidos de la ciencia al arte {del conoci
miento del mundo a la producción del mundo] por la vía de la tecnología.
Finalmente, plantearemos algunas de las principales consecuencias sociocultu
rales derivadas de la configuración del medio como forma de vida, en especial
en lo relativo a la formalización de los procesos de producción de identidad. En
lo que nos atañe, la conclusión más inquietante apunta hacia una
monopolización
mediática de la experiencia del otro cultural [el inmigrante, el extranjero, el extra
ño . . .] y a su subsecuente comercialización como objeto de consumo.
El consu
mo del otro se prefigura así como el necesario punto de partida para el análisis
de la actividad mediática en lo relativo a la interculturalidad y arroja serios inte
rrogantes acerca de nuestra propia naturaleza como metasujeto social.
2.
Codificación y secuestro de la experiencia
A diferencia de como parece imponer el discurso filo-tecnológico de la tardo
modernidad, no es [o no es sólo) la cantidad de información o el conocimiento como
procesamiento de datos lo que caracteriza a las sociedades desarrolladas con
temporáneas. Ciertamente la noción de información como selección y articulación
de codificaciones, tanto como la idea de conocimiento como incorporación funcio
nal de las codificaciones a las operaciones del sistema, constituyen un hito tecno
lógico que superpone de forma radical las
tecnologías de la naturaleza
(aquellas que
transforman los objetos en productos) a las
tecnologías del sujeto
(aquellas que