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Juan Miguel Aguado Terrón
en el espacio privado, por la anonim1zación de las interacciones codificadas y
por la subordinación de la interacción social al goce espectacular. El sujeto urba
no se recluye voluntariamente en nichos tecnológicos (el automóvil, el despa
cho, la casa) caracterizados por la multifuncionalidad y la conectividad , al tiem
po que reproduce los entornos perdidos en su nostalgia estética (las plantas o
los cuadros como memoria del entorno natural, las antigüedades y la rusticidad
del mobiliario como melancolía de formas de vida), en las posibilidades técnicas
(la conectividad como posesión controlada de la plaza pública), o en los pro
ductos culturales (las novelas como sustitutivos del viaje, la música folk como
fantasma de un otro cultural inaccesible). La claustrofilia actúa, además, como
garantía del control de la distancia y el anonimato en el ejercicio de la pulsión
escópica, de modo que se reproduce en los espacios abiertos y en los trayec
tos (el viaje turístico es un 'preparado' icónico-simbólico que recuerda a una
mezcla del museo con el relato de viajes decimonónico, pasada por el tamiz de
la comercialización en masa]. La claustrofilia deviene así la condición de repre
sentabilidad y, en consecuencia, maximiza las tecnologías de la memoria: nues
tro viaje al caribe mexicano, codificado en un recinto ad hoc, es vivido a través
del visor de la cámara, que, de hecho, reproduce lo que viviremos del viaje en
la pantalla de nuestro salón, improvisado templo de la realidad donde el regis
tro corresponde a la vivencia.
El resultado de la confluencia entre espectáculo y simulacro no es sólo la
vivencia del yo como otro, al modo de una proyección sin punto de partida, sino,
por ello mismo, la supresión del otro como sujeto en beneficio de una otredad
subordinada a la propia vivencia. La experiencia del otro desaparece del mundo
social y, con ella, la interacción sobre la que éste se constituye. El medio devie
ne así metáfora del otro -antigua fuente de experiencia vivida- y el rito del
medio -su contemplación, su interpretación- sustituye al rito-con-el-otro
como rito social preferente.
«Los medios electrónicos de comunicación son también los medios de liquida
ción del reconocimiento intersubjetiva. El diálogo entre el yo y el tú, constituti
vo de la conciencia individual y de lo social como proceso de intercambio sim
bólico, reaparece en la comunicación electrónica como la construcción ficcio
nal de una identidad subjetiva y una comunidad artificial en el interior del flujo
mediático. [ . . .] En el interior de ese mundo invertido del espectáculo se congela
la posibilidad de reconocimiento del otro como un yo en beneficio del valor abso
luto del medio. [ . . .] La definición de la masa electrónica se desprende del ais
lamiento y la separación estructurales de los individuos, y de su fijación cogni
tiva en una realidad que escapa enteramente a los límites de su experiencia
cognitiva y de su control [ . . . ]. El voyeurismo es la consecuencia necesaria de
esta emancipación del sujeto moderno del reconocimiento social dialógico, y de
su redefinición como ficción semiótica. El otro, en la pantalla. ya no es el tú indi-