El Consumo del Otro: Experiencia, mediación tecnológica y cultura
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fragmentación, carencia de clausura, banalización, etc.- aparece como sínto
ma de una crisis simbólica sin precedentes . Una crisis simbólica que, inevita
blemente se hace explícita en las condiciones de producción de la identidad indi
vidual y colectiva.
6 .
E l otro cu ltura l como experi enci a
Desde los orígenes de la psicosociología, tanto desde la perspectiva her
menéutica característica del interaccionismo simbólico, como desde el enfoque
semántico de Vygotski o desde la perspectiva sistémico-experimental de Piaget,
se ha venido poniendo de relieve la importancia radical de la doble condición de
la experiencia (sensorial y simbólica) en el proceso de constitución de la identi
dad individual. La intuición vygotskiana respecto de la dinámica de internalización
de procesos interpsicológicos a través de herramientas cognitivas como prácti
cas sociales que ponen en juego la sedimentación de la cultura se ofrece aquí
como un marco idóneo para la comprensión del alcance de la experiencia indivi
dual en la constitución de la complementariedad característica entre el
yo
y /o
otro,
en primera instancia, y entre el
yo
y
e/ otro,
en segunda instancia. Por otra
parte, para el psicoanálisis la experiencia constituye el territorio del conflicto que
define el mapa psicológico de la conciencia. En contraposición, la cultura mediá
tica invierte la concepción vigotskiana al externalizar los procesos internos, tanto
como invierte la concepción psicoanalítica al desubicar el conflicto respecto del
deseo y al externalizar el principio de realidad como condición de la experiencia.
Cualquiera que sea el enfoque adoptado, las condiciones sociales y cultu
rales de la experiencia individual, en tanto remiten, por un lado, al imaginario
sociocultural que establece las posibilidades de producción y reproducción de
sentido y, por otro, a la configuración de las identidades individuales y colecti
vas, constituyen una muestra sintomática de la forma en que se realizan los
procesos sociales. A cada tejido social, en virtud de la naturaleza de las inte
racciones dominantes y de las trayectorias prevalentes de su imaginario socio
cultural, le corresponde un sujeto social característico en tanto que
viable.
No
se trata, pues, de apuntar tanto una formalización del sujeto como algoritmo
resultante de las condiciones sociales de la interacción, como de señalar en qué
medida las prácticas socioculturales realizan efectivamente unas determinadas
condiciones de posibilidad de la identidad y, al mismo tiempo, cómo esa forma
de identidad prioritariamente posible sienta las condiciones de posibilidad de las
prácticas socioculturales que la engendran.
Es, precisamente, en este sentido en el que se viene proponiendo la con
vergencia de las lógicas económica, epistemológica y tecnológica de la cultura
occidental moderna como marco de transformación de las condiciones de pro
ducción de identidades individuales y colectivas (Touraine, 1993). Una transfor-