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Juan Miguel Aguado Terrón
caracteriza la condición espectacular del sujeto-espectador se constituyen
sobre la doble naturaleza de la imagen , como realidad y como signo , como sen
sación y como expresión. La hipervisibilidad televisiva (lmbert , 1999) o la profu
sión de cámaras como dispositivos de control son sólo ejemplos de una diná
mica global que culmina con la
absorción del espacio privado
(la pantalla del
ordenador convierte nuestra habitación en aula, autopista, cafetería, centro
comercial, ministerio público, museo, sala de subastas o biblioteca) y la sus
tracción del espacio público a la interacción social entre individuos
(el cibercafé
o el despacho se transforman en lugares de múltiples intimidades aisladas a
través del
chat
y del acceso singular a las imágenes y textos; la política se for
maliza en representaciones estereotipadas y fijas donde la inmediatez y el
impacto sustituyen a la copresencia y la copresencia sustitye a la participación ;
y las comunidades virtuales se homogeneizan para dar cabida sólo a sujetos
preformateados conforme a idénticos rasgos identitarios, ya sean gustos, afi
ciones, posiciones ideológicas, necesidades informativas o afectivas.. . ). El papel
que juega la imagen en este proceso no es, pues, ni meramente técnico, ni úni
camente simbólico; es, sobre todo, social: «El espectáculo no es un conjunto de
imágenes, sino
una relación social entre las personas mediatizada por las imá
genes»
(Debord, 1999: 38. La cursiva es nuestra).
El paisaje resultante recuerda en mucho a la idea del mundo como ficción
total que, desde la caverna platónica o el dualismo gnóstico al teatro caldero
niano y la estética barroca de la contrarreforma, instituyen el carácter sagra
do de una realidad inaccesible a la experiencia individual, determinante, por un
lado, de la ritualización (valga decir
codificación}
del acceso a esa realidad como
sacrum
y, por otro, de la concepción contemplativa (valga decir
pasiva}
de los
sujetos individuales (Subirats, 1997 : 213). La dimensión espectacular del medio
y la subsiguiente transformación de la mediación en sustitución de la experien
cia , invierten asimismo la concepción cognitiva y/o hermenéutica de las teorí
as de la construcción social de la realidad: desterrada la experiencia individual
y la interacción cara a cara como base de la vida social, sustituida la participa
ción activa por la contemplación extática,
la idea de que el imaginario sociocul
tural se constituye en un proceso de negociación significante entre los sujetos
socia/es
cede
su
lugar a la idea de que el imaginario colectivo
se
autoconstitu
ye sobre
/as
cenizas de una acción comunicativa desterrada del espacio social
(lbid. : 16 1-162): del medio como espejo de la sociedad a la sociedad como espe
jo del medio.
La pertinencia de trocar la información y la cognición (fuentes de la acción
comunicativa habermasiana tanto como de la concepción sistémica de la inte
racción) por la experiencia como concepto observacional del medio, no hace,
pues, sino transponer la sustitución del relato por el espectáculo, o la de la
representación por el simulacro. En definitiva, la crisis por hipertrofia de la cua
lidad representacional del relato en las culturas mediáticas -por su profusión ,