El Consumo del Otro: Experiencia. mediación tecnológica y cultura
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vidual que me contempla en la relación específica de dos personas recono
ciéndose. En los medios electrónicos de comunicación, el otro, incluso o pre
cisamente allí donde exhiba la expresión emocional más intensa, es una redu
plicación del carácter ficcional y residual bajo el que el propio medio confina
nuestra existencia» (Subirats, 1997:179-180).
El otro cultural forma una parte sustancial de esa otredad liquidada por el
medio. Las condiciones experienciales del simulacro incluyen la ubicuidad y la ins
tantaneidad como requisitos de una universalidad escasamente disimulada bajo
el barniz de una racionalidad instrumental. La experiencia individual es ya una
experiencia global: autoidéntica en múltiples contextos y en múltiples instantes.
La conectividad instantánea me aproxima a otros lejanos idénticamente carac
terizados por un elevado nivel de formalización [anonimato, esquematismo, limi
tación de la interacción social). El medio me aproxima a otro lejano al precio de
una grosera pixelización de las identidades, mientras me aleja del otro próximo
como instancia capaz de reconocimiento mutuo. El resultado es una intersección
de identidades formalizadas cuya experienciabilidad reside, precisamente, en su
condición narcisista: remiten siempre y unívocamente al yo codificado.
Del mismo modo en que las plantas, los parques o las excursiones de fin
de semana constituyen simulacros colectivamente accesibles de una experien
cia perdida de la naturaleza, el viaje turístico, la música folk o la comida exóti
ca constituyen simulacros colectivamente accesibles de una experiencia indivi
dual del otro cultural, ya sea en la forma del extraño-exótico, del inmigrante-dis
tanciado, o del extranjero-legitimado. En ambos casos el lugar de esa expe
riencia en nuestra identidad se articula sobre el deseo.
El otro cultural {el inmi
grante, el extranjero, el extraño.. .] es, así, objeto de fascinación contemplativa,
distante, excluyente,
un tanto a la manera en que los pueblos de extrañas cos
tumbres fascinaron a Herodoto.
La estandarización de esa fascinación en los
parámetros significantes del medio hacen del otro cultural un espectáculo o una
amenaza. Algo muy parecido a lo que ocurre con la naturaleza.
Así, en tanto la experiencia del otro resulta monopolizada por la codifica
ción tecnoespectacular, aquellas identidades menos accesibles en función de
su coherencia cultural o de su distancia física quedan definitivamente inscritas
en el marco de la determinación del medio. La experiencia del otro resulta así
subordinada al deseo de la experiencia del otro (correlato narcisista de la expe
riencia del yo como otro) y, en consecuencia, deviene objeto de consumo. La
cultura de los otros deviene mercado y los otros culturales son accesibles en
los términos de ese mismo sistema de mercado experiencia!. Resulta difícil
concebir un dispositivo de clausura cultural más eficaz. Un dispositivo que, en
lugar de acercarnos a la experiencia intersubjetiva y social del otro-próximo,
la hace inviable por virtud de una formalización estandarizante, en tanto marco
experiencia! (no ya cognitivo). En la medida en que el medio monopoliza nuestra