Comunicación cultura y migración - page 92

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Fernando R. Contreras
esta afirmación, según la cual el mortal es aquél que pasa por la experiencia
de muerte como
tal,
como muerte" (1 996 : 64-65).
También habla de esta muerte Agamben al recordar el terror de
Auschwitz: "Porque, en un caso, se presenta como el no-vivo, como el ser cuya
vida no es verdaderamente tal; pero, en otro, como aquel cuya muerte no
puede ser llamada muerte, sino sólo fabricación de cadáveres" ( 1 999: 85).
Agamben explica que el hombre puede asistir a la destrucción de su vinculación
privilegiada a aquello que lo constituye como humano, es decir, a la sacralidad
de la vida y la muerte; fuera de esto puede alcanzar la zona muerta. La ins­
cripción en la zona viva y la descalificación progresiva de la muerte participan­
do los hombres, las familias y la sociedad entera sería el objetivo de los estu­
dios migratorios humanos en un marco filosófico y reflexivo. En este contexto,
comienzan a cobrar importancia nociones de otros campos como el poder que
es interpretado como biopoder o la soberanía sobre el
hacer vivir
y
dejar morir
o la tanatopolítica suspendida en el biopoder:
hacer vivir
y
hacer morir.
El racis­
mo surge de las diferencias que genera el biopoder precisamente en el
cont,�
nuum
biológico de la especie humana. La idea que nace del análisis de Foucault
explica: "la cesura fundamental que divide el ámbito biopolítico es la existente
entre pueblo y población, que consiste en hacer surgir del seno mismo del pue­
blo una población; es decir, en transformar un cuerpo esencialmente biológico
en el que se trata de controlar y regular natalidad y mortalidad, salud y enfer­
medad. Con el nacimiento del biopoder, cada pueblo se dobla en población, cada
pueblo
democrático
es, al mismo tiempo, un pueblo
demográfico"
(Agamben,
1 999: 87-88). Como pretendemos hacer ver, la noción de la vida del ser huma­
no será muy relevante para explicar fenómenos de los estudios migratorios
humanos, que a grandes rasgos nacen de la diferencia biológica en los térmi­
nos hasta aquí expuestos.
Bhabha ( 1 994) se resigna a admitir que efectivamente es imposible encon­
trar culturas éticas o que epistemológicamente se acerquen a la noción de vida
humana de modos similares. La arcaica indecidibilidad de la cultura es preci­
samente la imposibilidad de encontrar una humanidad transcendente que no
esté aprobando el valor desde una cultura determinada. Un grupo étnico o
social define lo que considera humano o no humano estableciendo criterios
específicos que pueden conducir al genocidio cuando piensen eliminar aquello
que no consideran humano. Jonas sitúa la vida humana en el conjunto de la
naturaleza, es decir, humaniza la naturaleza y naturaliza la humanidad con el
agravante de que despojamos al hombre de sus capacidades específicamente
humanas. No obstante, Jonas es capaz de delimitar la fragilidad de la vida
humana: la libertad, en forma de metabolismo, está regida por una necesidad
absoluta: metabolizar o morir. En principio, explicar la noción de libertad huma­
na en estos términos puede parecernos demasiado brusco, sobre todo si la
libertad es algo buscado y costosamente elaborado por una sociedad, pero el
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