Comunicación cultura y migración - page 111

Comunicación e Identidad cultural en la educación lntercultural
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manera de actuar, pensar y creer que proporciona a los grupos respuestas a
los problemas que presenta el entorno, y asegura la cohesión de aquellos". Y
en esa línea, Donald y Rattansi ( 1992 : 4) aluden a una redefinición de la noción
de cultura a la luz de las críticas realizadas al concepto que subyacía en el inter­
culturalismo, señalando que "Esto sugiere una definición de cultura más cerca­
na a lo que muchos científicos sociales y teóricos de la cultura habrían tenido
en la mente cuando hablan sobre la cultura que lo que están las versiones aso­
ciadas con el interculturalismo o el antirracismo. Esto no se limita a las creen­
cias religiosas, los rituales comunales o las tradiciones compartidas. Por el con­
trario, comienza con la forma en que tales fenómenos manifiestos son produ­
cidos a través de sistemas de significado, a través de estructuras de poder y a
través de las instituciones en las que unos y otras se despliegan" . Desde este
punto de vista, la cultura deja de entenderse como aquello que expresa la iden­
tidad de una comunidad. Antes bien, se refiere a los procesos, categorías y
conocimientos a través de los cuales las comunidades son definidas como tales,
es decir, cómo se las representa específicas y diferenciadas.
Desde la antropología social y cultural sí se ha generado un concepto de
cultura lo suficientemente rico como para fundamentar toda una propuesta
sobre educación intercultural.
En las ciencias sociales se acepta que la cultura es explicable mediante una
generalización descriptiva de una vasta organización homogénea. El principio de
que las sociedades son monoculturales se ha mantenido hasta hace unos años,
cuando se comenzó a hablar de sociedades urbanizadas posindustriales, de las
que se habla como interculturales.
A la hora de contarle a "otro" cómo somos "nosotros" utilizamos referen­
cias que nos definen homogeneizándonos, pero no utilizamos esas mismas refe­
rencias para definirnos a nosotros mismos. No sólo no serían muy útiles sino
que, nuestros paisanos, no se encontrarían a gusto reflejados en las referen­
cias utilizadas para definirles frente a los "otros". Y eso es así porque cuando
nos definimos como grupo frente a otro grupo no invocamos las diferencias que
existen en el seno del "nosotros" y que generan la diversidad dentro de él, sino,
por el contrario, invocamos las similitudes que nos aproximan , construyendo un
discurso homogeneizador en el que no hacemos otra cosa que seleccionar
aquellos temas que tienen una mayor relevancia para el mantenimiento del
grupo social.
A partir de la generalización y el estereotipo, cuesta menos trabajo definir
al "otro". No es que no se pueda hablar de tal o cual cultura de un determina­
do grupo, pero cuando pretendemos "proyectar" tal o cual cultura en cada uno
de los individuos que la componen, nos encontramos con el problema de reco­
nocer una réplica de dicha cultura en cada uno de los comportamientos, accio­
nes o actividades que cada individuo realiza. Porque cada individuo tiene una
versión particular de todo aquello que le rodea, de la cultura a la que pertene-
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