Comunicación cultura y migración - page 114

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Pedro A. Hellín Ortuño
marias en un grupo étnico particular. La identificación social y la competencia
cultural son cosas diferentes.
Por parte de la educación se trata de favorecer que los estudiantes sean
conscientes de la multiplicidad cultural que les rodea y a la que están acce­
diendo. Esa conciencia puede desterrar dicotomías como la de cultura domi­
nante/cultura nativa, cultura escolar/cultura del hogar.
Desde esta perspectiva surgen importantes matizaciones a la idea de una
educación intercultural. Unas, sobre las causas por las que han aparecido los
programas de educación intercultural, otras, acerca de las razones del posible
mantenimiento de esos programas. Curiosamente, gran parte de la demanda
de los grupos de culturas minoritarias se dirige hacia modelos de plena asimi­
lación, para acceder a los niveles de bienestar de los miembros "no margina­
les" de las culturas mayoritarias. La explicación puede estar en que han salido
de sus respectivas culturas de origen en condiciones socioeconómicas muy des­
favorables, las mismas que quieren mejorar y, en algunos casos, consideran
que el éxito en las escuelas es un requisito indispensable para lograr esas mejo­
ras en las generaciones siguientes.
Así pues, según García, Pulido y Montes del Castillo (1993), la educación
intercultural no es un programa para grupos minoritarios, sino para todos los gru­
pos, si bien desde esta concepción no tiene mucho sentido hablar en términos de
mayorías y minorías. No debería desaparecer un programa de educación inter­
cultural porque cambien de signo los movimientos migratorios, según esto. No se
trata de una educación para un determinado colectivo que podemos cuantificar y
calificar de desfavorecido frente a otros. Se trata de una educación que cuestio­
na incluso la propia idea de la relación entre la escuela (como aparato de repro­
ducción y legitimación social e ideológica) y el Estado. La primera transmite la cul­
tura dominante entre las fronteras geográficas del segundo, pero ya no se puede
seguir manteniendo la idea de que existe una homogeneidad en la cultura.
La educación intercultural debería desarrollarse en la sociedad como un
proceso de producción y crítica cultural y caracterizarse por contemplar una
diversidad en los contenidos culturales transmitidos; asegurar la diversidad en
los métodos de transmisión, para facilitar el acceso al conocimiento de los dis­
tintos tipos de alumnos; fomentar los mayores niveles de conciencia posibles
por parte de los alumnos acerca de la diversidad cultural; preparar a los estu­
diantes para conocer la diversidad y las diferencias culturales existentes en sus
entornos y percibir y analizar las desigualdades sociales en las que a veces se
traducen las diversidades anteriores, desigualdades en la distribución del poder
y los recursos en la sociedad y, tomar posición crítica y activa en la acción
social ; desechar la idea de que siempre es irremediable una exclusión mutua
entre, por un lado, la preservación de identidades y peculiaridades étnicas o cul­
turales de grupos minoritarios desfavorecidos y, por otro, la movilidad social
ascendente o el acceso a instancias de mayor poder socioeconómico por parte
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