Comunicación cultura y migración - page 116

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Pedro A. Hellín Ortuño
Por otra parte, si la identidad social nunca es unilateral, necesita de la inte­
racción. Aunque la construcción de la identidad sea un proceso, no implica
necesariamente una secuencia, sino que hay dimensiones simultáneas según
se vaya dando la práctica social, es lo que Jenkins denomina "momentos de
identificación" y le permite asegurar que en este modelo prima la síntesis.
La persona empieza pensando en términos enteramente sociales y la
misma individuación sólo puede conseguirse por socialización (Habermas,
1 882). Teniendo en cuenta esta realidad comunicativa que está referenciada
sobre una comunidad de comunicación, la identidad que se adquiere tiene dos
aspectos complementarios como son el de universalización y el de particulari­
zación. Las personas, en este sentido, aprenden a actuar autónomamente en
un marco de referencia universalista, y a hacer uso de su autonomía para desa­
rrollarse en su propia subjetividad y particularidad.
Cuando se profundiza en la identidad, la cuestión de la cultura está pre­
sente, si bien no podemos confundir una con otra. Como indica Cuche ( 1 886).
mientras la cultura deriva en gran parte de procesos inconscientes , la identi­
dad se basa en una norma de pertenencia, necesariamente consciente, funda­
da sobre oposiciones simbólicas. El mismo Lévi-Strauss ( 1 881 ) reconoce que a
veces estudiar sociedades diferentes se reduce al estudio de la identidad.
La identidad cultural, como señala Cuche (1 886). aparece como una moda­
lidad de categorización de la distinción "nosotros/ellos" , fundada sobre la dife­
rencia cultural. Hay una relación estrecha entre cultura e identidad, por eso si
se asimila la cultura a una cuestión natural, la identidad se puede entender
como algo que marca de forma permanente y, así, la identidad cultural condu­
ce necesariamente al grupo original de pertenencia del individuo. La identidad
cultural aparece como una condición inamovible de cada individuo, como con­
sustancial a una cultura particular, por eso busca establecer la lista de atribu­
tos culturales que sirven de base a la identidad colectiva, a su esencia. Son con­
cepciones, "objetivistas" (Cuche, 1 886: 85-86). que definen la identidad a par­
tir de un cierto número de criterios determinantes, considerados objetivos
como el origen común (herencia, genealogía), la lengua, la religión, la psicolo­
gía colectiva, el territorio. Esto es criticado por los partidarios de una concep­
ción "subjetivista" de la identidad, considerando que la identidad cultural no
puede ser reducida a la dimensión atributiva ni tomarse como un fenómeno
estático. Para los "subjetivistas", la identidad cultural es un sentimiento de per­
tenencia o una identificación a una colectividad más o menos imaginaria. No se
puede adoptar una postura puramente "objetiva" o "subjetiva" para abordar la
cuestión de la identidad, según Cuche, postura que nosotros compartimos.
También podríamos hablar de la creación de una "ilusión identitaria"
(Bayart, 1 886) a partir de los procesos de invención de la tradición que son los
que definen lo auténtico o real en que se basa la identidad. Hoy la situación es
compleja, porque al movimiento general de "declosión" de las sociedades (la
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