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Pedro A. Hellín Ortui'\o
superar la interculturalidad, reconociendo sus recursos cognitivos y motivacio
nales, es necesario desvelar las así llamadas "trampas del interculturalismo",
para poder acordar discursiva y cooperativamente aquellos mínimos que posi
biliten la convivencia . Se trata de confusiones entre la tolerancia propia del plu
ralismo con un relativismo moral a ultranza, desde el cual se tomarían como
enriquecimiento cultural conductas abiertamente opuestas a la dignidad de la
persona y a los derechos humanos. Tampoco se pueden confundir la identidad
personal con la social , la unidad cultural y la institucional, y los sujetos jurídicos
con los sujetos morales . La competencia discursiva de personas conscientes
de su identidad, a partir del reconocimiento de la interculturalidad, nos ayuda
rá a establecer las distinciones para constituir aquellos mínimos en los que se
basan la identidad social, la unidad institucional y el sujeto de derecho .
Como ya hemos indicado, el ámbito de los máximos interculturales, se
fortalece gracias al pluralismo razonable, actitud más comprensiva que la mera
tolerancia, condición necesaria para buscar un consenso entrecruzado sobre
mínimos. La comunicación plural por naturaleza protege a cada cultura del dog
matismo propio de su identidad , al abrirla , sin desvanecerla, a otras culturas,
también ellas con las mismas pretensiones . La riqueza de una cultura consiste
en su apertura y capacidad de preguntar. Lo que desde una posición estricta
mente epistémica parece imposible, es decir, la coexistencia de diversos abso
lutos culturales (religiosos, morales , filosóficos, políticos e ideológicos), tiene
una solución práctica, la del actuar comunicativo orientado hacia unos mínimos
que sin ignorar los máximos, se construyan a partir de ellos y se nutran moti
vacionalmente de las fidelidades que en ellos se generan.
Por ello, un segundo momento de la comunicación , provocado por la mul
tiplicidad de puntos de vista del primero, es decir por el interculturalismo, es el
que puede conducir a acuerdos mínimos con base en razones, motivos y pro
puestas, que compiten en el proceso de formación de la opinión y la voluntad
de los ciudadanos .
En el ámbito de las relaciones sociales sí se impone el diálogo intercultural en
procura de una ética de mínimos , la cual exige cierto grado de identificación y
compromiso, ya que la identidad indelegable sigue siendo la de la persona, al cons
tituirse en el diálogo intercultural y no en una cultura determinada . "Entre el ideal
de la nacionalidad o de las comunidades étnico-culturales y el ideal cosmopoli
ta-universal, me inclino por éste último", enfatiza Ernesto Garzón Valdés (2CXXJ) .
O sea, podríamos caracterizar la identidad personal como identidad que se
constituye ciertamente en un contexto cultural, pero no se identifica con él, pre
cisamente porque es dicha identidad la que Je permite comprender otras cul
turas, cada una con su propia identidad, y en diálogo con ellas construir unos
mínimos ético-políticos como polos de identidad institucional para la conviven
cia a partir de la comunicación.