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Francisco Sierra Caballero
procesos y proyectar soluciones en el campo de la comunicación intercultural
resulta además un problema político de primer orden que exigiría cuando menos
un análisis atento a las formas de construcción de nuestra visión comunicativa,
del papel de la Ciencia de la Comunicación en los actuales conflictos intercultura
les de la posmodernidad que derivan de la intensa circulación de capital, mensa
jes, productos y sujetos en la sociedad global. Y aquí cabe advertir la dimensión
económico-política de los estudios culturales en comunicación sobre la materia.
Pues, como antaño la antropología colonial, las formas de dominación de los pue
blos y colectivos sociales subyugados descansan hoy en la definición de los mis
mos como objeto de conocimiento, como horizonte exegético de la diferencia a
ser interpretada por el agente activo de la articulación de estas posiciones, por el
artífice de las condiciones de enunciación y actividad social fundadas en la división
social (e intelectual) del trabajo que, económica y políticamente, hace posible la
reproducción de las formas de dominio internacional y etnocéntrico por la que,
ideológicamente, la teoría universaliza ciertos discursos culturales y académicos
que proyectan imágenes de la diferencia deconstruyendo los márgenes episte
mológicos de la verdad difusa de Occidente. Así, "el Otro es citado, reseñado,
enmarcado, iluminado, encajado en el positivo/negativo de una estrategia de ilus
tración en serie. Las narraciones y la política cultural de la diferencia se convier
ten en el círculo cerrado de la interpretación. El Otro pierde su poder de signifi
car, negar, iniciar su propio deseo histórico, de establecer su propio discurso ins
titucional y oposicional" (Bhabha, 2001 : 1 2).
Resulta por tanto más que pertinente el ejercicio de crítica del conoci
miento comunicológico sobre las relaciones interculturales en la medida que la
mirada desde el centro del sistema mundial ha reproducido los esquemas de
desigualdad y dominación anulando la potencia liberadora de las culturas obser
vadas a la vez que se han estrechado los márgenes de observación y las posi
ciones de interpretación cultural del fenómeno, en un sentido reduccionista. De
modo que la identificación de las migraciones como objeto de estudio, como
problema social, ha terminado siendo abordado de acuerdo a una mirada line
al, nada oblicua, que aísla las experiencias y procesos migratorios y los medios
de comunicación de las transformaciones culturales de largo alcance que tra
man y atraviesan el objeto de estudio; cuando lo verdaderamente relevante de
la constatación de la multiculturalidad y la hibridación en el espacio comunica
cional contemporáneo es, en realidad, la proyección del fenómeno migratorio
como analizador social que nos problematiza la naturaleza heterogénea y por
definición inestable, abierta a crisis y cambios sociales, del orden social domi
nante y, por extensión, de nuestro sistema de conocimiento como producción
sujeta al proceso constituyente de transformación sociohistórica.
El actual proceso migratorio echa, ciertamente, por tierra algunas de las
ideas aceptadas en la literatura científica sobre comunicación intercultural, des
cartando modelos unidimensionales o simplificadores por una visión transversal