Comunicación cultura y migración - page 170

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Miquel Rodrigo Alsina
mente en situaciones de conflicto. Esta asociación es tanto o más peligrosa en
cuanto se empieza a considerar que el conflicto es inevitable dadas las carac­
terísticas culturales de los inmigrantes. Así se empieza a construir un discurso
en que se señala que algunos inmigrantes son incompatibles con nuestra cul­
tura, nuestros valores y nuestro sistema social (Sartori 2001).
Este discurso diferencialista señala que la integración de los inmigrantes a
nuestra cultura y sociedad es muy difícil , cuando no imposible. El tema de la
integración plantea distintas cuestiones. En primer lugar ¿qué se entiende por
integración? En muchas ocasiones se habla de integración cuando lo que se
quiere decir es asimilación a la cultura hegemónica. En otras ocasiones se pro­
pugna más bien asimilación en la vida pública y pluralismo cultural en la vida pri­
vada (Grillo 2001
J.
En segundo lugar la integración plantea a qué tipo de sociedad o cultura
deben integrarse los inmigrantes. Una de las características de las sociedades
modernas es su heterogeneidad. Sin embargo, en el discurso sobre la inmi­
gración se suele autorepresentar una sociedad receptora mucho más homo­
génea de lo que es en realidad. Es evidente que las sociedades modernas son
plurales y diversas.
Quizás la integración real supondría la invisibilidad de los inmigrantes en la
heterogeneidad social (Santamaría 2002: 143). Pero esto plantea la paradoja de
convertir en indiferente aquél cuya identidad es viene marcada por ser diferen­
tes. La integración cultural supondría el derecho a la indiferenciación de los
inmigrantes (Delgado 1998), mientras que la integración social supondría que
los inmigrantes son sujetos de derecho, con los deberes y derechos estableci­
dos por nuestra legislación. Pero en el discurso de la integración no se plantea
que cumplan la legalidad vigente, que sería la integración legalmente exigible,
sino que se transformen en otras personas.
En ocasiones la inmigración también es representada como solución a la
situación económica o demográfica del país. Sin embargo este discurso bienin­
tencionado puede dar lugar a derivaciones estigmatizadoras.
Se afirma que la inmigración aporta una notable riqueza económica al país.
Se dice además que los inmigrantes ocupan los puestos de trabajo que los
españoles no quieren. Pero este discurso se puede ir transformando en que los
inmigrantes ocupan "nuestros" puestos de trabajo. Además los inmigrantes
revientan el mercado de trabajo porque trabajan en condiciones no aceptable,
económicas y laborales, para los españoles. Así miserabilizan la actividad labo­
ral e impiden la competencia en este mercado de trabajo de los españoles. Los
trabajadores extranjeros, al ser explotados laboralmente, pasan a ser los "ene­
migos" de los trabajadores españoles. En un ejercicio curioso de desplazamien­
to de responsabilidades, la culpa de la explotación viene a ser del explotado y
no del explotador. Pero como señala Santamaría (2002:138) "Se puede afirmar
que estos trabajos no los hacen por ser 'ilegales', sino que están en una situa-
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