Comunicación cultura y migración - page 160

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Jéssica Retis
El objetivo de este estudio fue poder comprobar con cifras reales que los colom­
bianos no tiene por qué ser identificado en su mayoría con delincuentes y nar­
cotraficantes, 45.000 de ellos trabajan legalmente y aportan unos 1 80 millones
de euros a la Seguridad Social al año.
Sin embargo, un titular de El País del domingo 3 de noviembre del 2002
afirmaba "Los sicarios abren sucursal en Madrid. Ex policías y delincuentes
colombianos se establecen en España para trabajar al servicio de las mafias".
En la cobertura periodística, es recurrente la referencia al número de colom­
bianos y colombianas en las cárceles españolas. De hecho, este es uno de los
estereotipos más establecidos de los colectivos latinoamericanos. Una nota del
mismo periódico aclara la opinión de un colombiano no delincuente: "uno de los
81 . 709 colombianos que viven regularmente en España dice "a veces siento ver­
güenza de decir de dónde soy". Otra nota del 1 9 de agosto del 2002 publicaba
que "en algunas provincias, casi el 70% de los robos en joyerías se atribuyen a
bandas colombianas. Un reciente informe policial sobre prostitución revela que
casi una de cada tres prostitutas extranjeras en locales de carretera es colom­
biana". Otro titular de El Mundo (22 de julio de 2002) afirma "cómo fabricar una
esclava sexual" y en el desarrollo cuenta cómo una inmigrante colombiana es
engañada por las mafias. Los colombianos han incrementado su volumen pero
aunque en su mayoría se insertan en el mercado laboral nacional, la imagen
más representativa de este grupo se corresponde con ese porcentaje del colec­
tivo que permanece viviendo en la ilegalidad.
A manera de conclusión
Los movimientos migratorios tienen tanta historia como la humanidad
misma. Desde tiempos remotos los grupos de hombres y mujeres se han movi­
do con regularidad. El hecho de que la inmigración sea vista actualmente como
problema a tratar en las sociedades desarrolladas no es sino un modo de ver
un fenómeno ambivalente. La inmigración en un país, supone a su vez la emi­
gración de otro país, con lo que los efectos colaterales del movimiento implican
tanto al emisor como al receptor de ciudadanos. La Declaración de los
Derechos Humanos de la ONU rescata la libertad de movimiento que tienen los
hombres y la capacidad de decidir su lugar de residencia. El cierre de fronteras
y el pánico social ante una invasión imaginada sólo conducen a impedir la con­
veniente integración de los grupos sociales en un mismo entorno. El fenómeno
es cambiante, multifacético y difícil de abordar. Desde nuestra óptica creemos
que a través del análisis de la responsabilidad de los medios de comunicación
en la reproducción de este tipo de resentimientos sociales en las sociedades
receptoras se genera cierta luz para comprender cómo y desde dónde se habla
de la inmigración. En España, la llegada de latinoamericanos no es un fenóme-
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