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Jéssica Retis
En el editorial se hace referencia además a que uno de los problemas de
estos inmigrantes, los dominicanos es que no tienen un lugar donde reunirse y
que ha tenido que pasar este suceso para que la Delegación de Gobierno de
Madrid les busque un lugar de reunión. Según la argumentación del artículo
"Los otros culpables del crimen de Aravaca" (como se titula el editorial) estarí
an representados por las autoridades policiales y administrativas por su pasivi
dad ante los hechos: "Y más que estupor. provoca indignación que desde el
Ayuntamiento de Madrid -cuya Policía ha sido acusada de acosar a los inmi
grantes- no sólo no haya salido una nota de condena sino que el alcalde se
haya limitado a afirmar que los problemas "de la inmigración" no son compe
tencia suya. La pasividad y la falta de solidaridad de Alvarez del Manzano y su
concejal de distrito rozan la estulticia".
Para hacer referencia al suceso se echa mano de las metáforas militares
no sólo al dar cuenta de la invasión de dominicanos o de clandestinos sino tam
bién en su sentido más estricto, como en el caso del editorial de La Vanguardia
del 16 de noviembre que titula "Terror racista" para traer a colación ideólogos
radicales como cuando se afirma que "provocadores de la catadura de los suce
sos de Aravaca no respetan ninguna memoria y, tal como enseñó Goebbles, uti
lizan e involucran a quien sea en el cumplimiento de objetivos dirigidos a des
truir la convivencia democrática". Los desterrados del endogrupo se convierten
en figuras comparables al Ku-Klux-klan y se les critica por su talante fascista.
El debate social sobre la discriminación de la inmigración dominicana origi
no un malestar en la opinión pública y evidenció el incremento de residentes de
esa colonia que, aunque no conformaban una cifra preocupante, derivó meses
después en la derogación del convenio de no visado para los provenientes de
República Dominicana. En 1992 los residentes legales se contaban en 6. 766.
Diez años más tarde la colonia ha seguido en aumento hasta llegar el primer
trimestre del 2002 a la cifra de 30.916 residentes. Sin embargo, en el imagi
nario colectivo, el peso relativo de esta colonia parece haber sido opacada por
la posterior presencia de ecuatorianos, colombianos y más recientemente de
argentinos. Las cifras son indicativas: la población ha continuado en aumento
aunque la explicación a que haya mermado su presencia en los medios resulta,
en términos generales, como consecuencia de que los que llegan lo hacen al
amparo de la "legalidad". Así las cosas, su "visibilidad" a menguado, aunque
esporádicamente han ido apareciendo titulates como "Los dominicanos, incom
prendidos en Ciutat Vella"
[El
país.es Cataluña, 20/07/1998), "Ataque a domi
nicanos" (en una carta al Director del
El
País.es de Madrid 28/06/2002) o "Un
dominicano muere al recibir en Azca un tiro en el cuello" (El País 25/06/2002).
Aún ahora, los dominicanos siguen siendo relacionados con la conflictividad.
El colectivo de peruanos ha seguido un camino paralelo a los dominicanos
tanto en sus características demográficas como en su construcción simbólica.
El incremento de sus residentes ha sido progresivo y gradual, si bien, ha tenido