Comunicación y migración
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te normalizadora , al instrumentar políticas públicas que estandarizan las mani
festaciones culturales de los diversos grupos humanos. Esta dialéctica de opo
sición y control de los códigos culturales y su visibilidad en el ecosistema mediá
tico plantea varios retos para las políticas culturales que deben ser pensadas
en pos de nuevos diseños del sistema de información. Así por ejemplo, las
migraciones contemporáneas plantean la necesidad de una reformulación polí
tico-cultural de la tradicional articulación entre lo global, lo regional y lo local
por los alineamientos cambiantes de los parámetros geopolíticos, simbólicos y
estructurales de la nueva sociedad de la información . La crisis de paradigmas
de las políticas de comunicación nacionales ante la pérdida de peso y centrali
dad del Estado moderno con la mundialización de la economía capitalista y los
medios globales de información acentúan la fragmentación sociocultural y la cri
sis de fundamentos sociales colectivos en fronteras estables, haciendo nece
saria la formulación de nuevas estrategias políticas que abran espacios de
manifestación y expresión cultural y de reconocimiento de las diferencias. La
tendencia predominante en regiones como Europa es sin embargo generalizar
y homologar estilos de vida, lenguajes y repertorios culturales, relegando las
formas marginales de representación al silencio.
En línea con la experiencia estadounidense, el problema de la inmigración en
Europa se ha convertido en un problema no fácilmente divisable. De ahí que la
opinión pública perciba la inmigración como amenaza a la identidad y unidad
nacional, restringiendo el debate público en términos de coste-beneficio y de
imponderables ideológicos. La evolución lógica hacia modelos socioculturalmen
te plurales haría necesaria sin embargo una política cultural que hiciera visible
estas diferencias y conflictos. Pero no sólo esto. Como advierte H . K. Bhabha,
la diversidad y la diferencia deben además ser distinguidas analíticamente por las
políticas de comunicación. La primera, entendida como una forma de objetiva
ción (de acuerdo a una mirada cartesiana) y la segunda como radical alteridad,
como política del tercer espacio no reductible al sujeto ni al objeto universal de
la homologación racionalista habitual en Occidente. La nueva multiculturalidad
polivalente, la explotación de la creatividad social con la emergencia de la hete
rogeneidad cultural es una diversidad aislante, que produce incomunicación y una
diferencia indiferente o más bien insignificante, cuando más necesaria es la
interculturalidad y el diálogo. No existe sin embargo un tratamiento persistente
de las políticas de comunicación en esta dirección, orientada como está la inves
tigación social al análisis de la diversidad cultural independientemente de las
estructuras y lógicas económico-políticas de la comunicación que hacen posible
la producción simbólica del extranjero y la representación social segregacionista
del inmigrante en el proceso de construcción de la sociedad informacional. La
superación académica de esta carencia es, a nuestro modo de ver, vital para
definir una nueva política cultural. Ahora bien, una política cultural radical no
puede ser sólo fundamentada en ideas y estrategias prácticas de diferenciación.