La lenta normalización de la presencia de mujeres en los Cuerpos de Seguridad - page 32

30 La lenta normalización de la presencia de mujeres en los Cuerpos de Seguridad
capital humano de las mujeres no solo ha mejorado sus posibilidades de ser
empleadas en los mercados de trabajo, sino que ha cambiado sus expectativas
y preferencias sobre su vida. De forma que el superior nivel educativo de las
mujeres anula actualmente el argumento del capital humano como explicación de
las menores tasas de ocupación de las mujeres, de la segregación ocupacional de
género o de la discriminación salarial, a pesar de que sigue habiendo segregación
en cuanto a las ramas de estudios seleccionadas que muestran las secuelas de
una socialización segregada desde la infancia y de la inexistencia de modelos
femeninos y en menor medida masculinos, en muchas profesiones (Gálvez y
Rodríguez, 2013).
Un segundo argumento para las desigualdades de género desde la oferta de
fuerza de trabajo se fundamenta en la existencia de diferencias de género en las
preferencias por unas ocupaciones u otras. Las preferencias estarían socialmente
construidas en el seno de la familia y de otras instituciones sociales, y reflejan
estereotipos basados en el género (Reskin y Bielby, 2005; Constant y Zimmermann,
2008). También para Akerlof y Kranton (2000), los individuos posen una identidad
personal que incluye funciones individuales de preferencias, de forma que
nuestros niveles de utilidad aumentan cuando conseguimos implementar lo que
consideramos como nuestra propia identidad. Desde esta perspectiva, la idea
central es que las mujeres prefieren ocupar determinados puestos de trabajo,
aunque estén peor remunerados, si estos presentan ciertas características con
las que las mujeres se identifican (Goldin, 2006) y, de esta forma, ajustarse a sus
preferencias (Rosen, 1987). No obstante, debe añadirse que estas identidades no
son naturales ni siquiera eficientes porque aleja de algunas profesiones a personas
con buenas actitudes para desarrollarlas simplemente porque no se asocian con
sus identidades de género –aprendidas-, u otras.
Por último, la hipótesis del amontonamiento (crowding hypothesis) de Bergmann
(1974) sugiere que la concentración de la mano de obra femenina en un numero
menor de determinados puestos de trabajo crea un exceso de oferta de mano de
obra, que conduce a una reducción de los salarios, pues la movilidad laboral entre
grupos de puestos de trabajo está limitada.
Desde el lado de la demanda de mano de obra, la segregación ocupacional
y las diferencias salariales pueden ser también consecuencia de la simple
discriminación en el mercado de trabajo en contra de las mujeres. Según el
modelo neoclásico de preferencia por la discriminación de Becker (1957), las
personas empleadoras prefieren no contratar a trabajadores pertenecientes a
colectivos a los que se les supone un mayor coste, en esta caso a las mujeres
se les presupone unos mayores costes laborales debido a que en ellas recaen la
mayor parte de responsabilidades familiares lo que supondría que tienen unos
índices de absentismos y rotación más elevados que los hombres, a pesar de
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